16 oct 2010
Siento la necesidad de decir algo, pero a su vez el silencio me ataca en demasía. Ya la desesperanza terminó por transformarme en alimento de polillas. Sé que esta enfermedad nunca se me va a curar, es la peor de las enfermedades: no te mata, te hace fuerte, cada vez más y más fuerte, hasta que ya no sentís el tacto humano. La muerte se me acerca más que la vida, me roza, pero nunca me toca, me hace viajar en tren hacia la nada. La gente es un adorno superfluo en el viaje, su úica función es no hacernos sentir tan solos, de ese modo no tenemos miedo. Pero el miedo lo tengo todo el tiempo, la muerte me persigue al lado mío, soy alimento de polillas, siento la necesidad de quedarme callada, pero a su vez el grito ahoga mi cuerpo y me entierra en la mentalización eterna de que la nada va a continuar siendo mi compañera mas leal. Así que viajar yo más no quiero, y mejor me quedo sentada para protegerme de las polillas, y de la muerte, abrazada a mi amiga la nada.
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