10 sept 2009
Ni semilla, ni cigüeña, ni coliflor
De niña solía caminar por los pasillos de la primaria, ella, de pelo corto y flequillito recto, con miedo a la peluquería, adicción al quesito, amor por los animales. Observaba fealdad frente al espejo, repugnancia hacia alrededor de ella, perseguida inhumanamente por humanos, acorralada por ellos, sometida a lavados de cerebro intencionados, mal intencionados. Dibujando casas divididas, familias destruidas, esparciendo plasticola de colores en hojas, mordiéndose las uñas a la par que destruía la cama. Era un remolino de sensaciones, la soledad la desesperaba, sentía un placer increible, ese remolino de sensaciones se transformaba en un remolino de sábanas, revoleado con rabia y amor, hacia una esquina, intentando desarmar sus hilos tan firmes, las flores de la cama de sus quién sabe qué, si ni ella sabía qué eran. Golpeteando las paredes con la cabeza, golpeteando los libros con la cabeza. Caminaba de la mano de su madre en busca de helado, chocolate, dulce de leche, no, ya no le gusta el chocolate, crema del cielo, vainilla, dulce de leche no. El amor, ¿qué es?, nunca lo comprendió. La semilla no existe, estaba comiendo un helado "Epa", mamá, papá, tienen cosas, y hacen... ¡a la pipeta power!
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