Todas las noches lo mismo, pasear de un lado al otro por la habitación, a ver qué pasa. Al principio los sollozos son bajos y calmos pero la desesperación parece tomar control del cuerpo de la madre que empieza a gritar del dolor que siente en su estómago, en su pecho, en sus manos que se acalambran porque la desesperación le hace agitarlas con una fuerza que su cuerpo no puede realizar. Se desliza, se rompe y se junta contra la almohada y el colchon, se hunde en lo profundo de las plumas y se deja caer sobre sus dedos hasta dormirse entre túneles coloridos.
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