2 abr 2010
En Alpargatas
Uno se la pasa buscando ciertos sentimientos, opacados por el frío intenso de la gran ciudad, de la sucia mente de la sociedad. Pensando así encontrará la calidez que tanto añoró desde el día en que sus pupilas captaron del todo la luz del sol. Pero nunca sabe, hasta el momento en que esos dedos dejan de tocar las luces ajenas, el problema en el que se ha metido. Cuando se derrite su corazón como la arena que rueda por el sanguche de milanesa en Mar del Plata y sus piernas no dejan de correr en direcciones totalmente distorsionadas, metiéndose en callejones sin salida que se multiplican y multiplican para hacer imposible la digestión del pobre sánguche de milanesa cuya mitad quedará tirada en alguna esquina del bolso que uno lleva siempre en la espalda cuando va de viaje. Uno siempre quisiera poder tener un viaje de vuelta a casa, pero los sentimientos son un viaje de ida, y muchas veces los recuerdos y los sanguches de milanesa con arena son algo difícil de digerir.
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