16 oct 2010

animalados

Parado en un descampado silencioso se ve su mirada hacia la nada entre los árboles, donde el viento recorre y hiela la tierra. Los pasos acelerados en la ciudad, la gente y su papel de adorno de siempre, su papel tapiz, un fondo animado y sin repercusiones.
En la iglesia se armó un escenario, una chica salta con alegría frente a una pantalla gigante: la luminosidad artificial desvirtúa los conceptos santos que tanto predican.
Joven animal sube el estrado para animar a la multitud: "¿Ustedes de verdad creen en las palabras que predican los que predican santidad, o prefieren creer en irrealidades a verse avergonzados ante la desnudes humana?". No ha subido a animar, ¡ha subido a arruinar la fiesta!
"Imagínense el mundo si ustedes no pudieran tomar sus propias decisiones, o las mínimas que toman..." dice el joven animal, prosiguiendo con su discurso.
"Cosas tan básicas como decidir mentirle a su suegra para no ir a la casa a comer ñoquis el domingo 29. Si una divinidad controlara el mundo ustedes no podrían decidir qué hacer y qué no, ¡ya estarían en su maldito infierno!" Pero el discurso es interrumpido ante la llegada de una autoridad mayor, de un verdadero animal, un animal de los viejos. Joven animal huye espantado por la ciudad, se transforma denuevo en el silencioso joven del descampado. Rompe las hojas en las que yace su espíritu humano y su discurso mal planteado, animalado de mentira, rompe la máscara y el esquema, rompe la música y las estrellas que iluminan el cielo al meterse en su habitación a enterrarse bajo el refugio suave de algodón. Es sólo un sueño, joven animal, cobarde, corre entre los autos sobre ruedas en las mañanas de otoño, invierno y primavera, no el verano que es caluroso, solitario y aburrido, vago entre la preponderante vacación, yace su alma destrozada arreglada con cinta scotch. Otro discurso fallido para la colección.