17 oct 2013

Podemos no hablar de las toxinas de mi alma o de la superficialidad de mi subconsciente e ignorar a los viejos pajeros de la mesa de en frente. Admitir a nuestro yo interno un baile de victoria por la deliciosidad de este té con miel y amor que yo misma me preparé (el amor propio es más dulce y enorgullece).
Y me paro, camino, me vuelvo a sentar y en un suspiro casi por arte de magia surreal me olvido de la agonía existencial que a todos los que conocen el miedo y su malévola trampa hoy se enfrentan para recaer ante el placer de dejarme absorber entre las sábanas de este acolchado sillón en medio de un living mirando al techo.
Agradezcamos el hoy, el hecho de que estamos vivos y podemos vernos y movernos. Agradezcamos el paso del tiempo: que vaya tan lento, que nos dé el tiempo justo y necesario, si sabemos aprovecharlo. Hoy danzamos todos por separado, somos conscientes de que somos seres solos en esta tierra, pero abusamos de nuestra independencia: nos creemos tan distintos, tan ajenos, tan apáticos, somos en realidad tan dependientes: no sabemos morir solos, no sabemos caminar solos.

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